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Abstract

Durante la primera década del siglo XXI, América Latina experimentó un fuerte crecimiento que fue atribuido, fundamentalmente, a los altos precios de las exportaciones y a la creciente demanda de China. Asimismo, las transiciones democráticas en la región llevaron al poder a gobiernos con políticas económicas muy contrapuestas y con diferentes visiones de los sectores que impulsaban el crecimiento. Estos gobiernos también diferían en cuanto a las políticas sociales que implementaban para combatir la pobreza y la desigualdad. Los países con políticas «heterodoxas» (Brasil, Ecuador, Bolivia, Argentina y Venezuela) que promovían esfuerzos para una mejor distribución de los frutos del crecimiento, incrementaron el gasto social y promovieron, con mayor o menor énfasis, la diversificación productiva; en particular, en el mercado interno. Los países con políticas «ortodoxas» (Chile, Colombia y Perú) promovieron la inversión extranjera en el sector primario exportador (minería, petróleo, pesca, soja, etc.), que era considerado como el principal motor de crecimiento, e implementaron políticas fiscales y monetarias conservadoras que crearon un clima de confianza para los inversores y condujeron a tipos de cambio y precios estables. El presente capítulo intenta evaluar los hechos de la última década en términos de los aspectos distributivos, comparando los casos de los países que aplicaron políticas heterodoxas con los de aquellos que implementaron políticas ortodoxas. Este estudio se centra principalmente en el Perú, donde los gobiernos combinaron una ideología «izquierdista», que les permitió llegar al poder, con políticas económicas cercanas al «Consenso de Washington». El autor examina los resultados de esta etapa de rápido crecimiento en términos de reducción de la pobreza y evalúa en qué medida estos resultados han venido acompañados de (y posiblemente alcanzados gracias a) la disminución de la desigualdad y el crecimiento de la clase media. Este fenómeno es considerado por algunos como garantía de estabilidad política y, por otros, como fermento de conflicto. Finalmente, se explora en qué medida el gasto social y la tributación pueden desempeñar un papel distributivo en esta nueva fase de crecimiento más lento.

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