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Abstract

Los partidos políticos no han muerto, pero han sufrido profundas transformaciones que han alterado sustancialmente sus funciones; ello se debe a: 1) el distanciamiento y la desconexión entre los partidos y sus bases; 2) el acercamiento funcional de los partidos al Estado, que se expresa en su dependencia económica y la disminución de su capacidad de representar demandas ciudadanas, y 3) su operar interno y estrategia de comunicación cada vez menos programática, más personalista y más orientada a negar discursivamente a los adversarios (devenidos en enemigos). Se propone que, en la confluencia de estos factores, las organizaciones políticas devienen «aparatos de gobierno con pretensión totalizante».

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